martes, 24 de noviembre de 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

Ocurrió, Enciso´s Live

Mecánicas Videntes fue presentado el pasado miércoles 28 de octubre en Casa Tres Patios en el marco de Hipertrópico 3.0. Encisos After The Rain hizo su primera aparición pública luego de 25 años. Por lo pronto, un adelanto:









Altavoz interior

Altavoz interior

Creo que porque me lo debía. Nunca había ido a este festival. Era una cosa que me debía por vivir aquí y ser rockero de vieja data. La entrada, el lodo, la lluvia, la cantidad de gente, las otras cosas que hacer, siempre se presentaban como disculpa. Pero este 2009 estaba propicio. Por compromisos me perdí a DM en Bogotá. Altavoz iba a ser mi desquite.



I counted up my blessings
And counted only one
One tiny little blessing
And now that blessings gone
So buy me one more drink, my brother
Then I'm taking to the road
Yes, I'm taking to the rain
I'm taking to the snow
O my friend, my only brother
Do not let the party grieve
So throw a dollar onto the bar
Now kiss my ass and leave

Resuenan los últimos acordes de la fastuosa guitarra de Blixa Bargeld, Nick Cave desgarra en mis oídos la angustia por un trago más. Miro una botella que empecé la noche anterior. Sirvo un trago, Cave sigue…

O brother, my cup is empty
And I haven't got a penny
For to buy no more whiskey
I have to go home

me lo echo al coleto, enciendo el siguiente cigarrillo y me dispongo a salir. Tengo una camiseta negra con el logo de Tool y unos jeans oscuros, me pongo las botas y termino el ritual pensando en que no voy a desentonar en el parche. Tengo que parecer rockero, para poder mirar a las nenas y no pasar de cuarentón colado. Apago y salgo. Son las tres de la tarde de un domingo de octubre.

Ya en el Metro se monta un grupito de rockeros: dos nenas, dos pelados. Botas negras, uñas negras, cadena en la cintura, piercings, maquillaje oscuro y el desparpajo que me gusta. Me imagino de inmediato que van hacia el festival y empiezo a mirarlos con una leve sonrisa, amistosa. Me dan la espalda y cierran su grupito. - Pensaron que los ibas a interpelar, le dice un lado de mi cerebro al otro. Empieza el dialogo y nada puedo hacer. –Te crees muy joven, eso de Altavoz es para niños y niñas y tu ya estás como grandecito. Trato de pensar en otra cosa, creo que es mi hemisferio izquierdo el que más habla y controla.

Llego a la estación Universidad y me bajo. Los rockeros siguen en el Metro, no se bajan y pienso extrañado en que quizá les gusta otra clase de música, menos comercial. Sin embargo ver varios grupos y en vivo es una buena experiencia para cualquier rockero. Esta vez es mi calmado hemisferio derecho el que lo piensa.
Tengo que encontrarme con un Lucho, lo llamo y ya está en la fila. Comienzo a caminar desde la estación y veo varias filas, la de las nenas es una sola y un poco organizada, en la de los hombres hay como seis sinuosas líneas y es caótica, además larguísima. Por un momento pienso en regresarme y seguir en mi casa con P.J. Harvey, que me trae del pelo por estos días. Pero mi amigo me alcanza a ver y me llama. Él también es cuarentón. Lo alcanzo en la fila, estamos a unos 30 metros de la entrada. Él está a un ladito y se agarra un brazo con la mano. - Es que ahorita me pegaron un golpe, se me vino toda la turba encima, me cuenta. Nos quedamos allí parados y la fila corre un poco, entonces cierran la puerta de ingreso y se forma el caos. La marea de pelados, en su mayoría muy niños, de menos de veinte, se nos viene encima. Tenemos que quitarnos de allí. Algunos quedan aplastados contra la reja de ingreso. Los organizadores piden a la gente que retroceda, hay gritos, nadie sale lastimado. Volvemos al remedo de fila, a nuestro lado hay unos muchachitos que se tiran un pase y lo cuñan con chicha y con otro vino de mala facha. Luego prenden un bareto. Nos ofrecen de todo, pero pasamos. – Hey, cuchos, todo bien.

Vuelven a abrir la puerta y sale un organizador. La marea se vuelve a mover y nos acercamos a la puerta. Adentro unos policías tienen un punkero en calzoncillos. Le esculcan las botas y la cresta. Los policías están convencidos de que lleva droga. La marea se nos viene encima y tenemos que salirnos. Increpo al organizador y le digo a manera de chanza que porque no hacen otra fila para cuarentones como nosotros, me mira por un momento y nos señala para que lo sigamos, nos lleva casi hasta la puerta y allí nos abandona. Aprovechamos bien la oportunidad e ingresamos, tallados pero sin tropiezos. Los policías ni nos voltean a ver. Escasamente nos cachean la cintura. - La ventaja de tener cara de personas serias. Esta vez no le presto atención a mi hemisferio izquierdo. Son las cinco pasado meridiano.

Vamos por una cerveza, le digo a Lucho, mi amigo. Pero, damos varias vueltas y no encontramos sino pizza, agua, empanadas, guarapo, manillas, gaseosas y copitos de nieve. Aun tengo un leve gusto del último trago en la garganta. Lucho me dice que tiene temperancia alcohólica. No entiendo a que se refiere, pero lo imagino. No venden ningún licor allí. La cerveza está prohibida, debe ser que la consideran poco solidaria. - Pues vamos a buscar y verá que la encontramos. Estamos en la cancha cincuentenario, al lado, los carritos hechizos de madera de la montaña rusa en el Parque Norte, hacen un estruendo que me hace saltar. – Si se vuela alguno nos cae encima… no presto atención.

Al fondo en la tarima un grupo comienza a tocar. -Eso parece reggaetón, le digo a Lucho. Nos vamos acercando hay mucha gente y nadie escucha la música. - Qué vaina es esa, vinimos hasta acá para qué… Hermano relájese y tratemos de disfrutar, aún faltan muchos grupos. La tarde avanza y decidimos sentarnos a un costado, cerca de la carpa donde están los de Radiónica. El grupo sigue y nosotros bostezamos, empezamos a sentirnos en el lugar equivocado. Vemos mucho gorro rasta, pantalones a media nalga, ropa tres veces más grande en unos cuerpos de niños que caminan como barcos en una tormenta. A nuestro alrededor prenden cigarrillos que expiden un humo blanco y espeso que nos marean de lo puro intensos. En la tarima sigue ese grupo que no sabemos como se llama ni queremos saberlo, de lo malo que es. Transcurren los primeros cuarenta minutos. El grupo termina y la gente se va parando, parece que viene algo bueno le digo a lucho animado. En ese momento pasa un personaje que se tapa media boca y mira de lado, -Tengo la helada, guaro, ron, a 4 a 18 a 25. Hablando de medio lado también compramos 2 cervezas que nos entrega en una bolsa gigante, - No se la dejen ver que se las levantan los tombos, pilas…El personaje sigue con su cabeza ladeada ofreciendo el contrabando. - Era mejor comprar media, dice Lucho. – Es peligroso, le contesto, eso es trago malo… buscapleitos…
La cerveza no dura nada, la sed es muy intensa. En ese momento vemos como se va llenando la zona central de la cancha. Ahora sí, pienso. Esto se va a poner bueno. - ¿Quién sigue? Pregunta un muchacho de camisa de rayas que toda la tarde ha estado como petrificado, lo miro a los ojos, pero no me mira está perdido totalmente. Alguien atrás le contesta: “Laberinto, es lo máximo pana”

Sale un man con una máscara y una grabadora, parece estar sintonizando emisoras, pero termina abruptamente después de una entrevista, creo que simulada, parece que ellos plantean allí su cuento desde el humor, hasta Juan Gabriel suena en una de las emisoras, y entran los acordes del hip hop, minimalistas, monotemáticos, cadencia, pura cadencia. La primera canción es entretenida, luego pura repetición y unas letras bastante simples, referidas a una conciencia social o un mundo interior que no dice nada interesante: “cómo podría volar en mi vida…” “..sabes que la lucha ha continuado ese es el legado del pasado…”“…hay que vivir” Líricas que parecen repetirse una y otra vez como perorata. Volvemos a aburrirnos. Ahora, en serio, siento que este festival es un fiasco, que nos tocó el mal día. Qué caspa.

Al parecer este grupo era el fuerte para mucha gente, porque después vimos como se iban una cantidad de personajes hacia la salida y un dato escuchado al azar: - Te dije que no digas jipjop es HIP HOP, le dice un man a su pelada a punto de pegarle.
Lo que siguió se sale de onda totalmente, un grupo ecuatoriano que toca esa tendencia vieja de la música cartagenera: raga, y cuando intentaban tocar reggae parecía un reggaetón underground. Terrible. Luego ese grupo que tanto éxito tiene llamado Providencia, en ese momento no aguantamos y salimos hacia la zona de comidas. Estaba lloviznando. Necesitábamos otra cerveza urgente, fuimos a caminar en busca del hombre de mirada torcida, pero no apareció y nadie más quiso vendernos cerveza. - Nos vieron cara de espías.
Decidimos esperar con paciencia. Mientras tanto pensaba en lo que estaba ocurriendo. Esto no tiene nada que ver con el rock and roll. Esto es pura y simple fusión confusa. Una música que pretende amalgamar ritmos folclóricos, caribeños, urbanos (traídos de afuera como el hip hop) pero que sólo resultan en un experimento sin alma. Pensaba en cuanto les falta por escuchar a estos pelaos y lo que nos decía Carlos Aguilar por allá en los 80: “todavía les falta escuchar mucho Black Sabbath…” mientras ponía a Kraftwerk y veía nuestras caras de desconcierto.

También, me decía Lucho, que era culpa de los personajes que administraban nuestras emisoras. Por un lado Radiónica con ese peso sobre la cabeza de ser radio nacional estatal y tener que poner a Bomba Estéreo después de lo último de Sonic Youth, Placebo, Radiohead o Interpol, y por el otro, nuestras emisoras locales pegadas del esnobismo como Cámara FM o de Red Hot Chili Peppers, epítome del gusto para insoportables presentadores de televisión como ese que se cree humorista. También el problema de quienes se quedaron en los 80 y se mantienen en batallas pírricas, para ganar pesitos, le agrego.

Este estado de ánimo nos invade y al fondo suenan cumbias traídas de los cabellos, boleros desangelados y ritmos tropicales sin forma: no tienen cuerpo ni tienen corazón, parafraseando ese porro. Otras personas comentan alrededor sobre la “rosca de Altavoz” que lleva varios años presentando los mismos artistas, invitándolos y pagándoles su milloncito. Pero creo que eso son palabras vanas, es sólo que la Alcaldía, en ejercicio de su democracia, cree saber lo que el pueblo quiere y el pueblo, por un lado, son jovencitos que no saben nada de rock ni tienen formación ni historia musical y se dejan descrestar, además de enganchar, por bandas de punk primitivo o reggae andino y por el otro, son rockeros de vieja escuela ( lo que no está mal) cuyo gusto no va más allá de Fobia y otros mexicanitos, además del metal cuyo olor a rancio ya nos llega con cada Altavoz (revival por Kreator y otros tantos).

Decidimos irnos en ese momento, al fondo unos mejicanos hacen lo mismo con un poco más de nivel y estudio en el sonido (¿serán por ello un Instituto?), pero eso tampoco nos dice nada. Huyamos le digo a Lucho, pues viene otro aguacero y será mejor llegar rápido a limpiarnos el alma de tanta confusión musical.
Al llegar a casa mi cerebro izquierdo me recuerda a los rockeros del metro. – Ellos si sabían que no era buena idea ir a ese festival de mentiritas…
Enciendo el equipo y lo callo con Polly Jean Harvey.

I lost my heart under the bridge
That little girl
So much to me
And now I moan, and now I holler
She'll never know just what I found
That blue-eyed girl she said no more
And that blue-eyed girl
became blue -eyed whore
Down by the water I took her hand
Just like my daughter
See her again